Fotografías de Volteo humano de campana
Tipo de lugar de interés: Tradición popular
Descripción
Castielfabib es una localidad de la Comunidad Valenciana.
También es conocida como Castiel, aunque se hace referencia a ella cariñosamente como “el pequeño Albarracín”. Aunque pertenece a Valencia, este municipio se encuentra enclavado entre las provincias de Cuenca y Teruel.Castiel es dueño de un impresionante patrimonio histórico-artístico, así como de un entorno paisajístico natural maravilloso, en el que podrás adentrarte a través de las muy variadas rutas senderistas que existen, que llevarán a los visitantes a cumbres, cañones, cascadas y la posibilidad de contemplar una gran variedad de flora y fauna.
En cuanto a su arquitectura, Castielfabib cuenta con varias iglesias y ermitas, un bonito conjunto histórico de estilo medieval y varios yacimientos arqueológicos, entre los que destacan las dos necrópolis datadas en los siglos VII y IV a.C. En lo más alto del cerro, o Monte de Fabio, donde se sitúa el pueblo, se erigen los restos de un castillo cuyo origen se cree romano, aunque más adelante los musulmanes lo ampliaron para, posteriormente, ser dinamitado en las Guerras Carlistas por el bando nacional. En el siglo XIII, sobre el edificio que estaba destinado a la Sala de Armas del castillo, se levanta la Iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles y su torre campanario, protagonista de una de las tradiciones más importantes de este pueblo: el volteo humano de campana.
Esta iglesia separa la parte antigua de la nueva con un túnel que atraviesa la iglesia y permite el paso de un lugar a otro.Varias veces al año, durante las procesiones de los patrones del municipio, San Guillermo (10 de febrero) y la Virgen de Tejeda (8 de septiembre), el domingo de Resurrección, e incluso con la visita de alguna personalidad o una despedida de soltero/a, algunos jóvenes se encaraman a la campana Guillermina, de 451 kilos de peso y declarada Bien de Interés Cultural, para balancearse abrazados a ella. A este volteo humano de campana se le denomina popularmente “bautismo al aire”. Guillermina fue construida en 1673 y, aunque puede parecer fácil, para nada lo es, pues hay que subir y bajar de ella cuando ya está en movimiento, agarrándose con brazos y piernas, sin ningún otro tipo de sujeción o medida de seguridad, intentando proteger la cabeza, pegándola al yugo y evitar golpearse contra la repisa de la hornacina. Para ello, los que se atrevan a hacerlo, deben ser habilidosos y ágiles, al igual que los dos vecinos encargados de voltear la campana. La caída es, sin duda, de lo más peligrosa, puesto que el volteador llega a estar a suspendido a unos 50 metros del suelo.
Hay dos formas de realizar el volteo humano de campana: montar la campana o voltear la campana:Para el primero, montar la campana, solo es necesario la intervención de una persona. Se empieza empujando la campana hasta que el yugo y el bronce queden en horizontal. Cuando el primero esté en la parte de dentro del campanario, donde se encuentra el osado volteador, este se agarra a los tornillos que sobresalen del yugo y, con el propio impulso, gira hacia fuera, sin llegar a dar la vuelta completa. A esto se le llama “asomarse”.
Para el volteo la cosa se complica y es necesario que intervengan dos o más personas, puesto que para que dé la vuelta completa, es necesaria la fuerza de más personas porque el impulso del que se encarama a la campana es insuficiente. Se comienza de la misma manera, subiendo aprovechando el impulso de la campana y, posteriormente, cuando el volteador esté bien sujeto, los otros participantes, ayudarán a voltear la campana por completo.En cuanto a su origen, no está muy claro cuándo comenzó esta tradición, pero algunos cuentan que el volteo humano de campana ya era practicado por adolescentes a principios del siglo XX.Culturalmente, se ha llegado a pensar que el volteo humano de campana podría ser un rito de iniciación, en el que se pasa de la edad adolescente a la adulta, y en el que los jóvenes deben demostrar su valor y su pericia.Llega a ser muy popular en las décadas de los 40 y 50, aunque ahora, con motivo de la despoblación, corre el riesgo de desaparecer.
Desde luego, una tradición popular no apta para personas que padecen de vértigo. Pero, como Castiel tiene muchísimo que ver, adéntrate en sus calles, haz alguna ruta por los alrededores y disfruta de la tranquilidad que ofrece este pueblo de la comarca del Rincón de Ademuz.
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